Balada

El sonido de una triste canción se escucha de fondo mientras escribo estas palabras, un piano que es tocado delicadamente y, que por un momento, hace que cierre los ojos para disfrutar de tan hermosa aunque amarga melodía.

Luego un violín se une a la canción, dándole así un toque más hermoso aún. La música relaja los poros de mí piel, al igual que me tranquiliza, llenándome de buenas sensaciones por varios minutos.

Me gustaría poder generar música con mis manos, tocar una placentera melodía y quedar atónita ante mí capacidad para ello, pero solo son sueños, en su parte imposibles de realizar. Yo se que la música no es mí especialidad, pero me gustaría que si lo fuese.

Se llena tanto de paz el lugar cuando las canciones escuchadas son así, cuando no es pop, dance, o rock lo que oyes, sino una dulce balada. Esta hace que cierres los ojos y que mientras agudices tus oídos. No queriendo volver a abrir los parpados hasta que la música pare en su totalidad.

Entonces miles de recuerdos te recorren la mente, recuerdos que crees que tienen que ver con lo que escuchas, no recuerdos concretos, sino variados.

Al final te das cuenta que la hermosa canción que tanto te esta gustando va llegando a su fin, y como siempre retrocedes de nuevo y le das al play una vez más, jamás te cansas aunque la oigas una y otra vez.

Pero rápidamente llega a tú mente una frase que hace que te estremezcas aún más, si ya antes lo estabas por lo que tus oídos escuchaban, ahora se veía triplicada la sensación: «El amor es igual que una canción, porque jamás te cansas aunque oigas a la misma persona una y otra vez.»